El universo es la
totalidad del espacio y del tiempo, de todas las formas de la materia, la
energía y el impulso, y las leyes y constantes físicas que las gobiernan. Sin
embargo, el término también se utiliza en sentidos contextuales ligeramente
diferentes y alude a conceptos como cosmos, mundo o naturaleza. Su
estudio, en las mayores escalas, es el objeto de la cosmología,
disciplina basada en la astronomía y
la física,
en la cual se describen todos los aspectos de este universo con sus fenómenos.
Hace 14.000 millones de años una
colosal explosión puso en marcha nuestro reloj cósmico. Me refiero al ya
conocido Big Bang.
Todo lo que hoy conocemos, el espacio, la materia y el tiempo, sí, el tiempo,
comenzaron con esa explosión. Es muy difícil para nuestra mente hacerse a la
idea que “antes” del Big Bang no existía nada (porque tampoco existía la nada,
ni el tiempo). Y esa dificultad radica en que nosotros somos capaces de
imaginar un tiempo eterno hacia atrás y lo mismo hacia delante, pero ese mismo
tiempo del que todo el mundo ha oído hablar sobre su “elasticidad” (se encoge y
estira según se viaje a grandes velocidades o no) comenzó con nuestro Universo.
Antes, nuestra galaxia Vía Láctea habrá
colisionado con la vecina galaxia de Andrómeda cuya
trayectoria conduce al choque contra nosotros. Pero ¿hacia dónde se dirige nuestro
espacio, nuestra materia y nuestro tiempo? Comienzan a vislumbrarse, por los
datos que los múltiples satélites de observación nos aportan, que en nuestro
Universo existen objetos terriblemente desoladores. No se trata de los
conocidos agujeros negros(bastante aterradores de por sí), ni de los cuasars,
se trata del mayor enigma jamás descubierto: El Gran
Atractor.
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